VIAGRA Y POLÍTICA
SIN TACTO
domingo, 22 de abril de 2018
lunes, 16 de abril de 2018
DE TÍTERES Y TITIRITEROS
Para hablar de títeres y titiriteros, mis amigos, podemos remontarnos a
épocas muy antiguas y explorar culturas distintas. Tanto niños como adultos a
través de los tiempos y a lo largo de la geografía, hemos disfrutado de
representaciones teatrales para adultos y, particularmente, de comedias y
cuentos para niños. Para nuestro caso, podemos tomar la historia de Pinocho,
para no ir muy lejos. Carlo Pallodi, su autor, narra en su cuento la decisión
de Gepetto:
“He pensado hacer un magnífico muñeco de
madera; pero ha de ser un muñeco
maravilloso,
que sepa bailar, tirar a las armas y dar
saltos
mortales. Con este muñeco me dedicaré a
correr
por el mundo para ganarme un pedazo de pan
y...
un traguillo de vino. ¡Eh! ¿Qué le parece?”
Y efectivamente Gepetto, el viejo carpintero, también cascarrabias y
pelionero, construye su muñeco y, una vez terminado, exclama: “¡Qué
bien me ha quedado! ¡Cómo me gustaría que tuviese vida y fuese de verdad!”
Y como todo lo que adquiere vida propia crece
y piensa por sí mismo, muy pronto se le sale de las manos al titiritero.
Esta es una metáfora de la vida nacional que ha hecho carrera con el
candidato Iván Duque. Los contradictores y especialmente quienes odian al
expresidente Uribe, que los hay, y muchos, se han dedicado a descalificar al “buen
muchacho” con propaganda negra, calificándolo de muñeco y títere de
Uribe. Incluso le han dado caprichosamente la imagen de Porky, el cerdito
tímido y bonachón de las historietas cómicas, que no corresponde a su
personalidad. Pero Matador es matador.
Resulta mis amigos que nuestro “Gepetto”, siendo presidente por segunda
vez y al ver que no podía serlo por tercera, pues ya no había articulitos que
se lo permitieran, construyó su primer muñeco, pero no se fijó con qué madera
lo hacía. Ese era “Juanma”, que proviene de familia de titiriteros y obviamente
no quiso ser el títere del momento. Rápidamente, ya con vida propia, traicionó
a “Gepetto”, ¡Eh, ave maría!, causándole un shock tremendo y el odio de por
vida. Este le resultó además mentiroso y pantallero, y además fue tan
descuidado y aventurero, como el Pinocho original, que le rompió los tres
huevitos que cuidaba con tanto esmero. Para su infinita rabia ese muñeco se
ganó un Nobel, que tampoco le perdona, más por la razón por la cual se lo ganó,
que por el premio mismo. ¡Quién lo creyera!
A mitad de camino, el carpintero de marras, construyó otro muñeco. A ese,
una viejita muy simpática y vivaracha, lo llamó “Zurriaga”, y así se quedó. La
madera tampoco fue la mejor y no logró suficientes aplausos del público.
“Gepetto” lo guardó por un tiempo pensando en reencaucharlo. Y la verdad
decidió quemarlo recientemente, cuando lo empantanaron con Odebrecht, una firma
corrupta brasilera, que no ha terminado aún de empantanar a más de un titiritero
por ahí. Ya no le servía.
Pero se me olvidaba, mis amigos, que el muñeco preferido de “Gepetto” lo
construyó a imagen y semejanza suya, eso sí con madera más fina y moldeable. Ya
con tanta experiencia en la fabricación de juguetes, este no podía fallarle. Lo
llamaron “Uribito” o “Gepettico”, que es lo mismo pues su parecido era
impresionante. Lo que no calculó el carpintero era que había pisado muchos
callos y tenía muchos enemigos. Otros titiriteros estaban furiosos con él y
querían quemarle el muñeco. La verdad es que lo lograron, convirtiéndolo en el
chivo expiatorio de “Agro Ingreso Seguro”, ese programa que pretendía apoyar
programas campesinos y terminó favoreciendo a propietarios de grandes
extensiones de tierra, como ya había sucedido con ministros y gobiernos
anteriores, donde los titiriteros eran otros. Siendo un buen muñeco terminó en
la cárcel y posiblemente nunca vuelva a ser reencauchado, por lo menos no en 20
años.
Volviendo a Ivan Duque, “Porky” para Matador y todos los enemigos de su
candidatura, sobre todo en las redes sociales, es un muñeco construido con muy
buena madera. Esta vez “Gepetto” se encargó de escoger la madera con mucho
cuidado. Incluso promovió un “reality show” en el que participaron otros cuatro
muñecos aún sin tallar ni pintar para poderles ver la madera. Y la verdad no le
dieron la talla. Una vez escogido, tallado y pintado, no a su semejanza como
los anteriores, sino al gusto de los colombianos: joven, incontaminado, sin
rabo de paja, inteligente y preparado, dijo:
“He construido un magnífico muñeco de
madera; y este es un muñeco maravilloso,
que sabe pensar , debatir y dar respuestas apropiadas.
Con este muñeco me dedicaré a recorrer
mi país para volver al poder y...
tomarme un traguito de vino el domingo 17 de
junio.
¡Eh!
Ave María ¿Cómo te parece a vos Juanma?”
“He construido un magnífico muñeco de
Lo que no
sabía “Gepetto” era que este “muñeco” era tan inteligente qué rápidamente se
convertiría en titiritero y manejaría las cuerdas del país con mucha propiedad,
relegándolo a un segundo plano, para que no hubiera dudas. Esta vez “Gepetto” aceptaba
la realidad pues él mismo había decidido no construirlo a su imagen y semejanza
sino a la de la mayoría de los colombianos. De esa manera el Duque dejó de ser
el “Porky” (gordo, tímido, indeciso y tatareto) de Matador y como presidente de
todos comenzó un proceso de reconciliación con los seguidores de los títeres
del “Castrochavismo”, con los títeres “Nadaistas” y “Ninis”, con los seguidores
de “Porras”, y con todos los títeres y titiriteros que quieren una Colombia en
paz, más segura, equitativa, incluyente y “Naranja”. (La Economía Naranja es economía creativa. El color naranja se suele asociar con la cultura, la identidad y la creatividad. Sin embargo, ue el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) la entidad que "pintó" de naranja el valor agregado que generan las industrias y empresas culturales.")
Por eso el EMPRENDIMIENTO cultural y creativo de Duque se convertiría en una política de Estado en el gobierno NARANJA. Pero ese es otro cuento, mis amigos , que dejamos para más adelante.
domingo, 8 de abril de 2018
YO SOY DE LA CALLE
Ni la calle, ni la insuficiencia económica o cosa parecida formaron a este candidato tan inteligente y preparado, mis amigos. Todo lo contrario, contó con una familia sólida proveniente del viejo Caldas, exactamente de Manzanares, municipio que antes de una última delimitación perteneció al Tolima. Su padre era liberal y su madre conservadora, y como todas esas familias que vivían en áreas rurales y semirurales, sufrieron en carne propia la violencia de los años cincuenta y posteriores. Tenían la ventaja de pertenecer a los dos partidos en pugna, pues de alguna manera el uno protegía al otro: el trapo rojo y azul se turnaban cuando era necesario. Sin embargo tuvieron que salirse para Manizales y así proteger sus vidas. Una vez Humberto De La Calle se graduó como abogado, inició su brillante carrera como juez de Salamina, vecina cercana a Manzanares, donde trabajaba su novia y hoy esposa de toda la vida.
Pero Humberto no fue siempre tan formalito,
aplomado y tranquilo pues aunque estudió en colegios religiosos, desde los
quince comenzó a inclinarse por los libros prohibidos. Su madre le encontró un
libro de Marx, que se lo sabe de memoria Timochenko (¿Y Petro?), pero que el
muchacho no pudo digerir a pesar de su inteligencia sobresaliente. Un cura del
colegio le recomendó a su madre que lo quemara. Así lo narra el mismo De La
Calle: “Un día mi madre, católica ferviente, encontró el libraco. Lo expropió
sin indemnización. Se dirigió al padre Belisario, uno de mis profesores, quien
recomendó la hoguera en la cual pereció sin contemplaciones. Me quedó una rara
nostalgia: una nostalgia por un vacío que nunca estuvo lleno por mi incapacidad
de descifrarlo. El vacío del vacío. También un sabor a rebelión inorgánica. Una
cierta tensión en la nuca que no pasaba de ser una vaga insatisfacción informe
y borrosa.”
Antes de terminar el bachillerato, ya era un
rebelde, un rebelde de las ideas. Todo lo cuestionaba, preocupando a sus
profesores, salvándose un par de veces de la expulsión del colegio: tenía
tendencia izquierdista, anticlerical y existencialista. Al llegar a la
universidad para estudiar derecho, leía a García Márquez, Ernesto Sábato, Julio
Cortázar y Mario Vargas Llosa. Igualmente las obras de Albert Camus, Hemingway,
Sartre, Faulkner y Steinbeck, pero realmente lo atrajo fuertemente un
movimiento incipiente al cual se unió sin pensarlo mucho y de una “manera
instintiva”, como lo dice él mismo, convirtiéndose en el “monaguillo del
Nadaismo”. Monaguillo por lo pollo para la época pues Gonzalo Arango, Jota
Mario Arbelaez, Almilcar Osorio, Elmo Valencia, Jaime Jaramillo, Eduardo
Escobar, sus fundadores, eran de una generación anterior a la suya.
Para entender, entonces, un poco a Humberto De La Calle, que siempre ha sido un rebelde, pero no “tirapiedras”, ni ha dado plomo, hay que acercarse a las canteras del Nadaísmo. Ese Nadaísmo de Gonzalo Arango que lo atrajo de una manera absurda. Alberto Aguirre lo describe así: “El proyecto inicial del nadaísmo brota de una angustia existencial, de la desesperación ante un mundo cultural muy estrecho, y busca romper un poco las costras de ese mundo cultural. Tal es la base estructural del manifiesto, muy bella por cierto. No es, en principio, un simple grito, sino que hay un cierto propósito de denunciar la cultura anquilosada.” Y el mismo Gonzalo Arango lo define en su Manifiesto Nadaista: “El Nadaísmo, en un concepto muy limitado, es una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. Para la juventud es un estado esquizofrénico-consciente contra los estados pasivos del espíritu y la cultura.” De hecho, mis amigos, era un movimiento contracultural que se rebelaba contra todo, llegando a ser catalogado por algunos como anarquismo puro, menos por su creador. Sus seguidores eran bohemios, vagos, hippies y Humberto De La Calle, que no se matriculaban en ningún partido o tendencia política y menos en una filosofía determinada. De manera que De La Calle era y no era. Él dice que “del nadaísmo queda el sustrato central: la mente abierta, el deseo de experimentar, el terror al dogma, la búsqueda incesante de la libertad, el derrumbe del mito.”
Pero, ¿qué es lo que
estamos viendo realmente en el Humberto De La Calle de hoy?
Es el candidato de un partido liberal anquilosado, dirigido por otro nadaista de juventud, como es Cesar Gaviria, compañeros de aventura en sus Manizales y Pereira juveniles y después muchas veces compañeros de trabajo en distintos gobiernos. De La Calle carga, sin remedio, con el desprestigio de su grupo político, lastre que no le ha permitido despegar en las encuestas, ni en el corazón de los colombianos. Ha tratado de unirse, sin suerte, a Fajardo, que es el único “nadaista” de verdad que queda en Colombia, que parece preferir ni lo uno, ni lo otro sino todo lo contrario, aunque proponga atacar de raíz la corrupción con la educación como eje central de su campaña.
Alguien decía de Fajardo en estos días: “muchos gestos, muchos globitos y NADA DE NADA en profundidad”, todo debido a la evasión de los temas más importantes. Y ese no es De La Calle… No hay que olvidar que “derrumbó el mito” de que no era posible negociar con las FARC y llegar a un acuerdo, y lo logró. Con su “mente abierta” impulsó la nueva Constitución del 91, como ministro del gobierno de Gaviria, (otra vez Gaviria), transformando nuestras instituciones para bien o para mal, pero transformándolas. Entonces es inexplicable que De La Calle se ha quedado nadando en aguas turbias y tibias sin que pueda tener futuro, contando con una mente clara, con experiencia y profundidad. Todos lo quieren a él pero nadie quiere a los jefes de su partido. Tiene ideología, tiene pensamiento crítico y kilometraje, pero no tiene un carro que lo lleve a la victoria. Es el “vacío del vacío”, expresión suya de cuando su madre le quemó El Capital de Marx, que nunca llegó a leer. De La Calle quiere una revolución pacífica, como la nadaista, sin el uso de las armas, con el intelecto, pero no ha encontrado el camino y se acaba el tiempo.
¿Será producto de “un estado esquizofrénico-consciente”? ¿Estará
pasando, mis amigos, por un estado de angustia existencial?
domingo, 25 de marzo de 2018
YO, PETRO
Definitivamente todos tenemos un petro por dentro, al igual que tenemos
un argentino. ¿Recuerdan mis amigos
que cuando hablamos de vanidad, de convencimiento de sí mismos, decimos que se
nos “salió el argentino”, o que a
alguien “se le alborotó el argentino”?
Pues lo mismo nos pasa a la mayoría de los colombianos, incluso de los
latinoamericanos, con ese petro
megalómano, imponente, retador, autoritario, individualista, detractor, rabioso
y pendenciero…, que llevamos a flor de piel. Y eso se debe en buena parte a
nuestra herencia española y a que nuestro país es un país de caciques, de
aparentes líderes, con personalidades muy fuertes que se imponen generalmente a
la fuerza sobre los demás. De ahí surge la violencia intrafamiliar, por
ejemplo. Surgen las bandas juveniles en las comunas olvidadas, surgen los
maestros dominantes en las escuelas, los choferes de bus o de taxi déspotas y
agresivos, los prestamistas sin corazón, los terratenientes urbanos y rurales
que someten a los arrendatarios a sus caprichos y exigencias. Surgen también
los caciques políticos, los narcotraficantes, las bandas criminales y las
guerrillas. Aparecen los comandantes subversivos que con mano de hierro dominan
a sus pueblos y les imponen una ideología a sangre y fuego. Aparecen también
los dictadores que arruinan una nación. En fin, surgen formas dominantes y
despiadadas en todos los campos de la vida cotidiana. Entonces es cuando
tenemos que proponernos dominar ese petro,
anular ese petro. Y eso requiere un
trabajo grande sobre nosotros mismos para poder transformarnos y ser mejores.
Pero como los seres humanos somos
como cebollas cabezonas, con capas y más capas, ese petro también tiene una capa de sensibilidad social, tiene el
gusanito de Robin Hood buscando la forma de equilibrar las cargas en la
sociedad, conoce historias de olvido y abandono por parte del Estado, ve la
corrupción en algunos policías de tránsito, en los vendedores de tierras en
barrios ilegales, en los alcaldes de sus pueblos, en los gobernantes a los que
elegimos para que nos administren y ordenen, ve la inequidad y la falta de
oportunidades de los más débiles. Eso hace que se llene de rabia y de ideas
“non sanctas“. Cuando ese petro
aflora, porque la primera capa cayó, viene el interés por la política, por
participar en los movimientos progresistas y revolucionarios. Aquí es cuando
aparecen opciones democráticas de intervención política pero, OJO, también la
opción de levantarse en armas contra el Estado. Ese petro tiene que decidir entre una y otra. Muchos, afortunadamente,
decidimos por la opción democrática, pero lamentablemente, unos pocos “con
mucho peso”, por la opción violenta. Algunos hasta se regresan del monte después
de haber sentido que tomaron una mala decisión.
Ahora bien, cuando aflora ese petro de la conciencia social, de la
crítica de unas instituciones corruptas, y de un modelo social y económico
inequitativo, pero no se ha caído
completamente la primera capa, nos volvemos incapaces de encontrar consensos,
de hacer equipo, de tranzar con quienes piensan diferente, de llegar a acuerdos
para lograr transformaciones, más lentas tal vez, pero más seguras a largo
plazo. Aquí es cuando ese petro nos
lleva al fracaso: se vuelve autodestructivo, y todo aquello que podría ser muy
positivo en nuestras vidas, desaparece.
Pero mis amigos, cuando se cae
completamente esa primera capa, comienza a emerger una tercera, que es el
verdadero liderazgo, la capacidad de ver un futuro armónico y equilibrado, la habilidad
de lograr consensos, el dejar de sentirse como un elegido, como un mesías, para
ser capaz de escuchar a quienes mejor le aconsejan y buscan el bien común. Esa
persona, ese líder, es lo que estamos buscando en las próximas elecciones
presidenciales. Veamos entonces entre los candidatos quién tiene el petro de la segunda capa y ha dejado
emerger la tercera.
Está claro que Uribe, el
expresidente, no es candidato porque tendríamos que descartarlo de plano pues
su petro de la primera capa es igual
a la de esta historia. Sin embargo también tiene una segunda capa, una tercera
y otras interiores que están más sanas. Esperemos que como líder de su bancada,
logre desarrollar su “amor por la patria”.
Este mesías se ha empeñado en promover a Iván Duque como su candidato, pero
Duque ha tenido que superar a toda la derecha de su partido, inicialmente, y a
los socios, también de derecha, que llegaron posteriormente, como son Marta
Lucía Ramírez y el troglodita Alejandro Ordoñez. Tuvo que superar la oposición
de Fernando Londoño, líder de la derecha más recalcitrante, de María Fernanda
Cabal, congresista y esposa de José Félix Lafourie, presidente de FEDEGAN, caracterizados
por su defensa de los más poderosos y acérrimos enemigos del Acuerdo de Paz del
Colón. Tuvo que superar la competencia de precandidatos como Rafael Nieto,
protegido de Luis Alfredo Ramos, Carlos Holmes Trujillo, protegido de Oscar Iván
Zuluaga, María del Rosario Guerra y Paloma Valencia, todos más a la derecha que
él, convirtiéndose en el verdadero centro del Centro Democrático. Incluso ha
dejado a su derecha a Vargas Lleras y Juan Carlos Pinzón, está llenando los
espacios de Humberto de La Calle y de Sergio Fajardo, y va a mordisquear los
espacios del voto en blanco y de los indecisos para, muy posiblemente, ganar en
la primera vuelta. Lo interesante de
este candidato es que no tiene el petro de
la primera capa de cebolla y sí tiene mucho de la segunda y de la tercera. Su
historia así lo indica, y su discurso y programas de gobierno también. Que no
es fácil separarlo de su jefe, que no es fácil olvidar quién es su mecenas, es
cierto, pero que tiene madera de líder sano, la tiene. Tiene buenas capas de
cebolla: su petro predominante es
sano. Los electores así lo detectan.
Pero también hay otras opciones,
como Humberto De la Calle, que definitivamente no tiene ya la primera capa, y
ese petro no existe en él, y sí tiene
la segunda capa muy fresca y sana, tratando de que la tercera emerja y vengan
los acuerdos que le son esquivos hasta ahora. Y está Sergio Fajardo, con media
primera capa sin caérsele, una segunda bien intencionada pero opaca y una
tercera que tampoco emerge completamente. Tiene un petro deslucido, y eso lo marcan las encuestas. En Vargas Lleras es
evidente que se quedó con el petro de
la primera capa de la cebolla y tiene deslucidas o descoloridas la segunda y la
tercera. Su historia y su comportamiento así lo indican. Las encuestas también.
De maneras mis amigos que hay que
dejar caer esa primera capa de la cebolla, no equivocarnos manteniéndola ahí y,
más bien, trabajar sobre nuestras capas interiores y elegir bien.
lunes, 12 de marzo de 2018
PRESOS DE LA NECESIDAD O PRESOS DEL PÁNICO
El analfabetismo sigue siendo un mal de nuestro tiempo, mis amigos. En principio el analfabeta no sabe ni leer ni escribir, teniendo ya 15 años. En Colombia tenemos 5.8% de analfabetismo, lo que significa cerca de 3 millones de personas. Eso quiere decir que estamos a punto de aparecer en las estadísticas de la UNESCO como país libre de analfabetismo, que es cuando estemos por debajo del 4%, según sus normas. Pero resulta que existe también el analfabetismo funcional que es el de aquel que sufre de “incapacidad de interpretar, argumentar y proponer”. Si eso lo midiéramos nos daría una cifra muy pero muy superior a la inicial. Y si ese concepto lo llevamos a la política, hablaremos entonces de analfabetismo político funcional (¿80%?), como existe el analfabetismo digital funcional, del cual hablaremos en otro momento, y que tiene que ver con el uso y abuso de las redes sociales.
Precisamente se atribuye al
dramaturgo Bertolt Brecht el concepto de que “el peor analfabeta es el
analfabeto político. El que no ve, no habla, no participa de los
acontecimientos políticos. El que no sabe que el costo de la vida, el precio de
la papa, del pescado, la harina, del alquiler o de sus medicamentos, dependen
de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se
enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe, el
imbécil, que de su ignorancia nace la prostituta, el menor abandonado, el
asaltante y el peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de
las empresas nacionales y multinacionales”. Fuerte concepto, ¿no es
verdad?
En nuestro país, como en muchos otros, hacemos gala de analfabetismo político rampante. Y eso se ve en las encuestas electorales, en cómo los grandes medios nos acercan a las elecciones, en la forma como se usan las redes sociales, en la misma forma como los políticos hacen política sin propuestas, (con egoísmo y engaño), en la manera como los electores escogen sus representantes, (con ignorancia de la historia, de las condiciones sociales y económicas en que vivimos, no solo individual sino colectivamente), sin exigir propuestas serias, realizables y sostenibles. Hay apatía, conformismo e indiferencia por involucrarse un poco más. Preferimos dejar que otros construyan el país que queremos.
Hemos
olvidado que estamos en una democracia deliberante en la que no se justifica “estar
presos de la necesidad o estar presos del miedo”. Eduardo Galeano decía
que “unos
no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen y otros no duermen
por el pánico de perder lo que tienen”. La polarización que tenemos en
estas elecciones es un claro ejemplo de que el populismo que está calando fuertemente,
estimula las necesidades de la gente y promueve la lucha de clases, con
propuestas vaporosas no fácilmente sostenibles en el tiempo, creando una caja
de Pandora. Igualmente hay dirigentes de derecha que hacen política estimulando
el pánico a perder lo que se tiene, queriendo convertirnos a todos en presos de
nuestros deseos y temores. En las encuestas están desapareciendo los puntos
medios, los más reflexivos y ponderados, para dar paso a los extremos. Al
final, como van las cosas, tendremos que escoger uno de los extremos. ¿En la
segunda vuelta quedaremos presos y sin salida?
Escuchando las conversaciones de la gente, he confirmado el analfabetismo político funcional a que me refiero. Los petristas, no los progresistas, porque Petro es caudillista y un poco megalómano, dicen, entre otras cosas, que van a ganarle a las oligarquías para reivindicar a los más pobres, redistribuyendo la riqueza. Y eso significa para el otro extremo, los uribistas, los del otro caudillo, que hay que quitarle a los que tienen para repartirlo entre los que no tienen. Pánico entre los de clase alta y clase media. Euforia entre los de clase baja o más pobre. Pero resulta que tenemos una democracia con tres poderes públicos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, además del poder privado de los medios de comunicación. Cualquier cambio o transformación importante que quiera hacer Petro, si llega a ser Presidente, debe pasar por el Legislativo y por el Judicial, además de la opinión y debate en los medios. Con una oposición gigantesca en el Legislativo, por lo que se ve va a pasar en las elecciones de este domingo, y además perseguido por el Judicial y órganos de control, por sus desmanes y autoritarismo ejercido durante su alcaldía en Bogotá, y con el asedio permanente de los grandes medios de comunicación que lo ven como “castrochavista”, quedará tan maniatado que no podrá cumplirle a sus electores. Y como todos sabemos que no tiene capacidad de buscar consensos, que no tiene flexibilidad, y es terco, autoritario, individualista y megalómano, como lo demostró en su gobierno capitalino, tratará de imponerse por otros medios, unos legales y otros “non sanctos”. Convocará al constituyente primario para que se realice una Constituyente que derogue el Congreso donde sería minoría, generando una crisis institucional. Buscaría incluso un autogolpe, piensan los más “paniquiados”.
Los
del otro extremo no se quedarán quietos, se dice en los corrillos. Entonces vendrán
las obstrucciones y bloqueos a su gobierno, y estimularán el golpe de estado o
el magnicidio incluso. El golpe de
estado, que aunque hace rato no se hace efectivo en Colombia, puede cuajar con
relativa facilidad. Dice la extrema derecha que la Fuerza Pública ha sido
humillada por el gobierno de Santos y por el Acuerdo de Paz con las FARC y no
permitirán cambios a la fuerza. Muchos creen que están listos para intervenir,
con el apoyo de USA, que no querría que se expandiera el “socialismo
bolivariano” por toda América Latina.
Entonces
mis amigos, salgámonos un poco de ese analfabetismo funcional y desprecio por
la política para intervenir como electores serios y comprometidos. Que pasadas
las elecciones parlamentarias, que son fortín de las maquinarias, podamos
concentrarnos en las ideas, en las propuestas de los candidatos, en construir
el país que soñamos. Ni presos de la necesidad, ni presos del
pánico.
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